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Caso Armstrong: Cómo funcionan las drogas del dopaje

Algunos deportistas las usan para mejorar su desempeño en la pista, la cancha, el circuito. Pero caen víctimas de su propia sed de gloria porque las drogas tarde o temprano salen a luz. De esta ilegalidad en el mundo del deporte surgen dos preguntas. ¿Cómo funcionan las drogas del dopaje?, y la del millón: ¿cómo logran sortear las pruebas médicas sin dar positivo?
El caso del ciclista Lance Armstrong vuelve a estar en el ojo público y la palabra dopaje llena los titulares. No es la primera vez que los nombres de deportistas se vinculan a químicos que alteran su metabolismo, para tratar de ser los mejores, aún cruzando la barrera de la legalidad.
En 1967, el doctor Gabe Mirkin, reconocido deportólogo, le preguntó a 100 atletas que iban a participar de una carrera en Washington, DC, si tomarían una droga que los ayudara a ser campeones olímpicos, aún sabiendo que, al tomarla, morirían en un año. Cincuenta corredores dijeron que sí la tomarían.
Desde entonces, miles han caído en la tentación de nuevas generaciones de potentes drogas prohibidas.
Por ese hambre de gloria, los deportistas llegan a inyectarse sangre, hormonas, tomar píldoras que no están permitidas. ¿Cómo funcionan las drogas del dopaje? y, lo que más intriga, ¿cómo logran superar las pruebas previas a las competencias, sin dar positivo?
La siguiente es una lista de drogas prohibidas en el deporte elaborada por la U.S. Anti-Doping Agency (USADA) que explica cómo funcionan en el organismo y cómo logran evadir las pruebas médicas.
Eritropoietina (EPO): es una hormona natural que estimula la producción de glóbulos rojos. Los deportistas tramposos usan una versión sintética de esta hormona para elevar los glóbulos rojos, lo que logra un cambio temporal en la capacidad  muscular incrementando la circulación de oxígeno. Antes del año 2000, no existía un examen médico que distinguiera la versión síntetica de la hormona de la natural. Por eso, si los atletas mantenían su conteo de hematocritos —el volumen de sangre— en un nivel razonable, podían usar la droga con impunidad. Otra alternativa es, antes del examen de dopaje, inyectar en la sangre una solución salina, que diluye el volumen de hematocritos, para que no resulte sospechoso.
Transfusiones de sangre: estratégicas transfusiones de la propia sangre del deportista, almacenada para ser inyectada en el momento en que se necesita elevar los glóbulos rojos, tiene el mismo efecto que la hormona EPO. Y el efecto se logra sin dejar rastro de dopaje en el organismo. Aunque parece una práctica que requiriera de un aparataje médico importante, sólo se necesita una buena heladera para almacenar la sangre, y agujas estilizadas para practicar las transfusiones. Y, claro, un médico que se preste para la trampa. Para escurrirse de las pruebas de laboratorio, la estrategia es la misma que con la EPO: mientras no se exceda en la cantidad de sangre “extra”, el test no dará positivo. Claro, como la biología no es matemática…
Testosterona: los atletas utilizan la llamada “hormona masculina” para ganar, recuperar o endurecer los músculos. La testosterona es una hormona que produce naturalmente el organismo y su forma sintética se utiliza ilegalmente en el deporte. Como sus niveles cambian de persona a persona y día a día, las pruebas positivas de testosterona sintética se basan en el peso de la evidencia química, para que atletas no sean castigados por variaciones biológicas naturales. Por eso, es muy difícil de comprobar si se ha saltado el margen de lo permitido. De hecho, en las Olimpíadas de 2012, se permitió cuatro niveles más de testosterona de lo que se permite normalmente, antes de equivocarse con el resultado.
Hormona del Crecimiento Humano (HGH): se trata de otra hormona natural, que los deportistas usan para promover el crecimiento y la recuperación muscular. Esta hormona fue popular hasta el 2005, cuando se desarrolló un test para detectarla en sangre.
Corticoesteroides: se trata de una familia de hormonas naturales que también tienen sus equivalentes sintéticos. Muchos atletas utilizan los esteroides para disminuir inflamaciones y para la recuperación muscular. Se suele utilizar en complicidad con un médico que, de dar positivo el test de dopaje, prepara la excusa perfecta: la recetó para curarle al atleta una herida ulcerosa.
Kathleen Sharp, autora del libro “Blood Medicine: Blowing the Whistle on One of the Deadliest Prescription Drugs Ever”, considera que el caso de Lance Armstrong es triste, pero más triste, asegura, “es una cultura que promueve la perfección a toda costa, y manipular la realidad aunque sea con químicos para tener todo, gloria, dinero y fama… a costa de la propia honra”.